jeudi 1 mars 2012

Venezuela :Hugo Chávez, y la mala jugada del Destino contra el despota .


Venezuela :  Hugo Chávez,  y la mala jugada 
del Destino contra el despota !



Desde julio de 2011, cuando se conoció su enfermedad, el Presidente 
venezolano ha sido reo de su propio caudillismo


Miriam Leiva, La Habana | 01/03/2012 10:41 am


El impetuoso Hugo Chávez, en la cúspide de su mecenazgo-patronazgo, topó 
con un obstáculo imponderable, la terrible mala pasada jugada por la 
fragilidad de cualquier ser humano: una grave enfermedad y la posible 
muerte.


Desde julio de 2011 el Presidente venezolano fue reo de su propio 
caudillismo. La reticencia a revelar su dolencia y el secretismo sobre 
el tipo y la magnitud del cáncer, denotaron gran miedo a enfrentar lo 
inevitable y un asesoramiento muy desacertado. Pudo deberse al afán por 
que no se resquebrajara el entramado que venía montando desde hacía 11 
años, evitar las posibles conspiraciones palaciegas para sucederlo que 
de todas formas surgieron, y el descenso de su popularidad debido a los 
desabastecimientos de productos esenciales, la inflación, la corrupción 
y la rampante criminalidad, frente al auge de la oposición política 
preparándose para las elecciones presidenciales de octubre de 2012. En 
el plano exterior, avanzaba su dadivoso proyecto fraguado en ALBA para 
apoyar a los homólogos y deslumbrar a los pueblos empobrecidos, junto a 
la satisfacción de alcanzar titulares mundiales, aunque fuera por sus 
disparates e insultos.


Al misterioso cáncer operado en Cuba aquel verano, siguieron las fuertes 
sesiones de quimioterapia, hasta que el Presidente anunció con gran 
histrionismo que estaba totalmente curado. Con su choteo desparpajado 
para restar importancia a la enfermedad y mover la compasión de las 
masas, se mofó de los comentarios provocados por su oscuridad y acusó a 
la oposición de conspiradores mentirosos. Para infundir patetismo a sus 
relatos contó como Fidel Castro había estado al borde de su lecho y 
guiando su tratamiento, hasta que ya estaba tan bien que solo requería 
una buena dieta, que el Comandante en Jefe le estaba dirigiendo. Muy 
probablemente también le había recomendado que no aceptara los 
ofrecimientos de atenderse en el hospital de Brasil, donde Dilma 
Rousseff, Fernando Lugo y posteriormente Lula da Silva superaron el 
cáncer. Ahora quizás esté pensando que hay ayudas que matan, y 
recordando que su consejero estuvo al borde de la muerte por dictaminar 
como debían proceder los médicos en julio de 2006.


Ya fuera por terror a perder el poder o a un atentado, lamentablemente 
no hay vuelta atrás. Se demora la información sobre los detalles de la 
nueva operación y las expectativas de vida, lo que vuelve a nutrir las 
especulaciones y análisis médicos, políticos, económicos y hasta de los 
babalaos. Sí es incontestable que su destino pesa sobre el futuro de 
Venezuela y Cuba, donde por el apego al poder absoluto, un pequeño 
grupo, ineficiente administrador y productor, concibió la eternidad de 
la Unión Soviética y sus aliados del este de Europa, que al 
“desmerengarse” encaminó a los cubanos hacia la indigencia, y el Dorado 
de Chávez. Fidel Castro tuvo la visión de apadrinar al ambicioso joven 
teniente coronel, que luego de un frustrado golpe de Estado al 
presidente electo Carlos Andrés Pérez, tomó la senda de los nuevos 
tiempos a través de las elecciones. Llegaba justo a tiempo para socorrer 
con los petrodólares el embrollo del “Período Especial en Tiempos de 
Paz”, que aún prevalece.


He ahí que Hugo Chávez ha torcido el curso de la historia de Cuba en dos 
ocasiones. A comienzos de la década de 1990, la crisis económica fue tan 
intensa que Fidel Castro transigió a permitir una pequeña apertura con 
los mercados libres campesinos, trabajadores por cuenta propia en 
limitadas profesiones, cierta descentralización empresarial y del 
comercio exterior, el turismo, las inversiones extranjeras y las 
empresas mixtas. Comenzó un auge económico apreciable en comparación con 
la inmensa escasez, el fin de los apagones de más de 10 horas y, sobre 
todo, el distanciamiento de las personas respecto al Estado, único 
empleador. Pero con la subvención del Presidente venezolano, regresó la 
centralización y la eliminación por diversas vías de la iniciativa privada.


La segunda ocasión está en curso, acuñada en la Primera Conferencia del 
Partido Comunista, efectuada entre el 28 y el 29 de enero de este año. 
Raúl Castro había asumido la presidencia provisional el 31 de julio de 
2006, heredando la crisis económica, política y social más profunda de 
la historia cubana. Pasado el susto de recibir súbitamente un poder 
compartido como determinó el moribundo Fidel Castro, fue logrando 
espacio y colocando en los puestos claves a los militares que lo 
arroparon durante sus más de cuarenta años como Ministro de las Fuerzas 
Armadas. Chávez daba visibilidad al Comandante con conversaciones 
telefónicas, visitas y fotos. El General no demostraba simpatías hacia 
el intruso. Memorable resultó el discurso del 26 de julio de 2007, 
cuando reconoció la necesidad de cambios estructurales y de conceptos, 
que fue posponiendo.


En sus propósitos de “eliminar prohibiciones absurdas”, en 2008 autorizó 
la venta de computadoras (sin acceso a Internet) y líneas para teléfonos 
celulares, el hospedaje de los cubanos en los hoteles para extranjeros, 
así como en 2010 el inicio de la entrega de tierras ociosas en usufructo 
para procurar la frugal comida del pueblo con esfuerzos propios en 
detrimento de la extraordinaria importación de los alimentos, y la 
autorización de más actividades por cuenta propia. Sin embargo, las 
limitaciones, los impuestos y la carencia de insumos han frenado su 
desarrollo, mientras se posponen las modificaciones a pesar de que altas 
autoridades han reconocido su necesidad. Otro importante descalabro ha 
sido la imposibilidad de reducir en 1,3 millón los trabajadores de las 
entidades estatales (un cuarto de la fuerza laboral) en tres años, 
pasándolo a cinco, ya que es imposible su reubicación en los esfuerzos 
propios.


Habría que preguntarse por qué el frenazo de Raúl Castro que, luego de 
ser investido en la presidencia el 24 de febrero de 2008, parecía 
consolidarse. Al anunciar la Conferencia del PCC denotó el entusiasmo de 
un dirigente que cimentaría la base de su impronta. La decepción entre 
los cubanos llegó con la publicación del proyecto de documento para el 
evento, y la escasa propaganda al acercarse auguraba lo peor. Allí se 
repitieron los dogmas. “Sin prisa, pero sin pausa” es el nuevo lema del 
Presidente. Por entonces Fidel castro reapareció en largas reuniones con 
tertulias seleccionadas, coincidiendo con la recuperación de Hugo Chávez.


En el plano exterior, Raúl Castro comenzó su mandato expresando 
disposiciones al diálogo con Estados Unidos, pero paulatinamente 
resurgió la confrontación, signada desde diciembre de 2009 por el 
encarcelamiento de Alan Gross en La Habana. También el General realizó 
viajes a China, Rusia, Argelia y Angola, entro otros países, en un 
evidente esfuerzo por diversificar las relaciones económico-comerciales, 
lo cual ha resultado muy difícil por la carencia de productos 
exportables y garantías de pago. Paralelamente se incorporó a los 
mecanismos de integración hasta la creación de la Comunidad de Estados 
de América Latina y el Caribe, cuyos integrantes previamente lograron 
eliminar la suspensión del Gobierno cubano por la Organización de 
Estados Americanos (OEA), con la evidente anuencia de Estados Unidos. 
Sin embargo, probablemente el renovado empuje Fidel-Hugo explique las 
intenciones de minar la VI Cumbre de las Américas, a efectuarse en 
Colombia en abril próximo.


La recurrencia de la grave enfermedad de Chávez, junto a la 
incertidumbre sobre el resultado de su reelección y las posibilidades 
económicas de Venezuela, aconseja el urgente replanteo de la política 
exterior de Cuba más allá del reciente viaje del vicepresidente Marino 
Murillo como enviado personal de Raúl Castro a China. En el plano 
interno ya no sirven las promesas para motivar al pueblo, pues se han 
desvanecido las esperanzas de cambios sustanciales, al menos económicos 
inicialmente. Las medidas proyectadas tienen que acelerarse para 
comenzar a andar con pies propios y afrontar el recrudecimiento de la 
crisis imperante desde hace años, con la participación de todos los cubanos.

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